domingo, 11 de marzo de 2012

FUKUSHIMA. Una visión diferente (2)


Inmensa ola que desvastó el norte de Japón, dejando fuera de
actividad, dos reactores de la ciudad de Fukushima.
Foto: AP y REUTERS
Inexplicablemente, una nación que tiene lo suficientemente incorporado el sentido de la palabra karma, no está pudiendo aprovechar de modo adecuado el conocimiento recibido por medio de una de las filosofías que, kármicamente también, le fueran ofrecidas por la consciencia planetaria para su desenvolvimiento evolutivo. El terremoto utilizado por las leyes planetarias para gestionar las condiciones de compensación kármica, y disparar el tsunami, sólo liberó una pequeña porción de lo que podría representar para aquella nación la magnitud de su débito. Así, la posibilidad de asumir su reencauzamiento hacia patrones de vida más elevados, con elecciones acordes al actualmente necesitado reequilibrio planetario, sigue estando al alcance de sus posibilidades de recuperación.


El pueblo japonés sostiene una cualidad de persistencia y capacidad de trabajo específicas. Puede organizarse en situaciones donde otros pueblos posiblemente fracasarían. El sentido ceremonial presente en sus estructuras de consciencia, aunque disminuido y limitado por su sincretismo. Occidentalizado, le facilita energías de 7º Rayo(b) que las actuales circunstancias imponen.


Aunque existen más aspectos kármicos que Japón podría revelarnos de un modo específico dentro de su participación en la vida planetaria, tal vez uno de los más importantes en estos cruciales momentos de tensión global sería revertir su política y matriz energética.


Japón, ícono de la industrialización, comercio y economía, cambiando el rumbo e interpretación de su matriz energética, apostando a energías alternativas de mínimo impacto socio-ambiental, colaboraría inmensamente con la actual determinación del primer mundo en tal sentido. Esto representaría un servicio inestimable a la humanidad y la vida planetaria toda.


Dos cosas apenas pudieron filtrarse por algunas cadenas informativas. La primera de ellas, la verdadera gravedad y magnitud del incidente nuclear. Mientras algunas cipayamente, y obedeciendo bajadas de líneas del poder internacional, minimizaban por momentos lo que acontecía, otras podían ofrecer un parámetro más cercano al desastre realmente ocurrido y aún ahora ocurriendo. Al momento de escribir estas líneas, es inocultable que Fukushima supera lo ocurrido en Chernobil. La segunda cuestión que pudo filtrarse por los cerrojos y amordazamiento de la manipulación mediática, de la presencia y manifestación en los cielos de Japón de formaciones de espacionaves bajo formato de luces. Estas formaciones ofrecían al pueblo japonés y a la humanidad toda un claro mensaje.
Compartimos la vida cósmica con civilizaciones que poseen un grado de sabiduría y evolución que les permite comprender la energía y sus leyes de un modo profundo. Civilizaciones cuya función ha llegado a ser, simplemente, la expresión y custodia de aquellas leyes. La presencia de estas consciencias en los cielos nipones es un ofrecimiento de amor incondicional. Buscan mostrarnos aquel camino que han recorrido y que también es el nuestro. Pero antes, debemos desandar una gran cantidad de errores. Tener la capacidad de trabajar en sentido contrario a los mismos.


Cada vez que en nuestros desvíos seamos llevados a colapsar, los retornos kármicos serán mayores. Chernobyl fue la primera de las experiencias traumáticas que como cultura planetaria debimos enfrentar relacionada a una central termonuclear. En tal caso, los retornos kármicos se ajustaron a la condición de primicia. Más, pasado el tiempo, e inentendiblemente redoblada la apuesta hacia la peor forma de obtención de energía, los patrones de retribución kármicos irán mostrando voltajes, bajo sus aspectos de débito, que impactarán fuertemente en el equilibrio psicofísico de la humanidad y el planeta.


Comenzando por Japón mismo, y con la adhesión del resto de las naciones que sostienen los beneficios supuestos de la energía nuclear, aún se está a tiempo de suavizar en algún grado ciertas réplicas kármicas potenciales. Para ello, las naciones deberían pautar el cese de la explotación de metalíferos radioactivos, así como su utilización en la obtención de energía y armamentos.


Fukushima, tal como más arriba fue señalado, ya es una catástrofe más grave que lo que ocurrió en Chernobyl. Las fallas inevitables se conjugan con aquellas otras que podrían haberse evitado al momento mismo en que todo este lamentable suceso dio comienzo. Principalmente hacemos referencia al plan de evacuación. La gravedad de la demora para esa operación obedeció a especulaciones y ocultamiento de la verdad. El gobierno japonés y los operadores de la central tenían consciencia, desde un primer momento, de lo que realmente había ocurrido y las consecuencias aproximadas que acarrearía. Así y todo, la evacuación e información a la población se demoraban o se daban en dosis absolutamente insuficientes y potencialmente aniquilantes.


Finalmente, lo reducido del territorio japonés y la enorme actividad en él desarrollada, coloca en una gran incertidumbre a quienes tienen que tomar históricas decisiones en la isla. Cuando no pueda ser evitada la revelación genuina de lo ocurrido al territorio, ¿qué se instalará como sentimiento y lógica en aquellos seres que ocupan esa región del planeta?  


En países de amplias dimensiones, una situación análoga podría manejarse con parámetros de mayor relajación. Los habitantes de una ciudad o región estarían en condiciones de ser evacuados y trasladados a 500 o 1000 kilómetros, e incluso aún más de ser necesario, pero con las dimensiones del territorio nipón ¿cuál es la salida para la crisis nuclear de Fukushima ofrecida a la consciencia de sus moradores?


Según las decisiones que en estos álgidos momentos sean tomadas, la supra naturaleza del planeta habilitará y estimulará corrientes de energía con determinadas característica. La Jerarquía operará, y los Señores del Karma establecerán dinámicas coincidentes con auqellas determinaciones que quienes manejan las grandes decisiones de la humanidad apliquen.
Será sumamente importante que aquellos que comprendieron y comprenden lo ocurrido, respecto a la enajenación y envilecimiento de la energía por parte de quienes nos estafan vitalmente imponiéndonos el uso de metalíferos radioactivos en la superficie planetaria, no cejen en hacer oír su voz, criterio y amor a la vida. Ante tanta incomprensión, indiferencia e inércica actitud de la mayoría, la energía que dimanen los seres que comprendieron será fundamental en la expresión y emergencia de distintos aspectos kármicos.


Cientos de miles de personas están levantando firme y amorosamente su voz, señalando el fin de una era de engaños y traumatismos provenientes de la peor elección jamás tomada por la humanidad que componemos.
Aunque aún algunos gobernantes, políticos, empresarios y especuladores diversos, busquen minimizar lo ocurrido, lo que ocurre y ocurrirá, encontrando eco en millones de indiferentes o hipnotizados ciudadanos , nada podrá ser fuerte y efectivo que la decisión de quienes acepten lo que la consciencia general del planeta íntimamente hoy nos ofrece. 
La expresión de leyes ocultas. La voluntad de la energía. Simplemente, el milagro.
Daniel Gagliardo


(b) - Los 7 Rayos: Energías fundamentales del cosmos. Tienen cualidades definidas que transfieren al ámbito donde actúan; forman y componen todo lo que existe. En la superficie de la Tierra ya se revelaron 7 Rayos; se relacionan directamente con el mundo formal. El transcurso de la vida interna y externa deriva de la acción de los Rayos. La correcta vinculación del hombre con esas energías es necesaria para la evolución superior que el planeta alcanza ahora. Al ser humano le corresponde comprenderlas, reconocer su meta y dinámica, a fin de colaborar con inteligencia en la obra cósmica.
1º Rayo: Voluntad-Poder.
2º Rayo: Amor-Sabiduría.
3º Rayo: Actividad Inteligente.
4º Rayo: Armonía.
5º Rayo: Conocimiento y Ciencia.
6º Rayo: Devoción y Entrega.
7º Rayo: Orden y Ceremonial. Hoy se encuentra especialmente activo. Estimula la unión del espíritu con la materia. Ofrece la posibilidad de que las estructuras de los diversos niveles de consciencia adquieran una conformación que les permita responder, de modo más perfecto, a los estímulos de la luz. Propicia el contacto del hombre con el reino dévico. A través de la influencia de esta energía se pueden percibir los hechos, los seres y los cuerpos mismos como energía en movimiento y como expresiones de realidades internas. Impulsa la formación de grupos y los conduce en consonancia con el propósito evolutivo. Para interiorizarte más sobre este tema y muchos otros, puedes conseguir el libro LEXICO ESOTÉRICO de la Obra de Trigueirinho, de Editorial Kier, de donde se  ha extractado sucintamente el significado de los Siete Rayos.

FUKUSHIMA. Una visión diferente (1)


Las inmensas olas del tsunami sobre las costas de Sendai, Japón, 
tras el terremoto. 11/03/2011-GYI/NHK/Xinhua
http://www.lavanguardia.com 

   Este año que pasó, llegó a mis manos una revista  de distribución gratuita: SIRIUS. Informativo de Sierra del Cielo - Grupo Uksim - Agosto 2011 - Nº 4 - Publicación semestral.
En ella, en la portada, se leía un artículo relacionado con lo que apenas unos meses antes había acontecido en Japón y que sacudió al mundo entero, hoy justamente un año, trayendo tristemente a la memoria de muchos, el recuerdo de otro episodio semejante ocurrido allá por 1986 en Ucrania: el accidente de Chernóbil.
Después de leerlo, lo guardé, porque quería compartirlo con alguien en algún momento, cuando pudiese. Y ese alguien, en este preciso momento, sos vos… quizás un poco tarde, pero es una manera de ver lo que pasó hace exactamente un año, de una forma distinta, teniendo en cuenta otras cuestiones que casi nadie aborda, además de las puramente físicas y políticas.
El artículo fue escrito por Daniel Gagliardo y en él se lee lo siguiente:

Japón
La energía nuclear y el clamor de los océanos...

   En 1945, el pueblo japonés, empeñado en una guerra que signaría su existencia de modo inédito, se encontraría vencido en unos pocos instantes cuando, dos de sus principales ciudades, Nagasaki e Hiroshima, pasasen a la desolación por la acción de las primeras bombas atómicas utilizadas por la civilización que componemos. Los Estados Unidos habían decidido volcar sobre sí, y sin consciencia alguna de ello, una de las manchas kármicas(a) más macabras de su historia.
El fin de la segunda guerra mundial quedaba sellado en el plano concreto de la existencia, pero en los planos astral y mental de la humanidad y el planeta, así como en la energía que alimenta la Ley de Karma, una profusa y particular actividad daba muestras de una oscura etapa planetaria en ciernes.
El camino elegido era el más inestable de entre todos los que podían tomarse. 
Haber cruzado los límites de la manipulación de la energía, en búsqueda de poder, dominio, hegemonía, posesividad y garantías a cualquier costo, mostraba el alejamiento de nuestra cultura de su contraparte interna. Las raíces de un consumismo hipnótico planificado, favorecido por una también planificada superficialidad suntuaria, ya en ese entonces habían dado sus firmes pasos en un nuevo diseño mundial. Quedaban delineados los futuros aspectos geopolíticos y geobélicos, así como las trazas gruesas de depresión y depredación exploratoria, que en la actualidad debemos enfrentar como prueba de aquel desvío.

Los aspectos kármicos que Japón debería enfrentar tomaron cierta y notoria dirección cuando su relación con la energía de occidente debía definirse en lo que se conoce como Era Meiji dentro de la historia nipona. Corría el año 1868 y la occidentalización e industrialización del imperio comenzaba a definirse. Cómo recorrer ese trayecto histórico, y lo que kármicamente resultara de ello, se vería reflejado en diversas coyunturas a lo largo de los siguientes setenta años.

Pasar a ser, a partir de cierta etapa, el principal acreedor de la nación que lo había destruído y derrotado en aquella guerra, formaba parte de un cierto grado de compensación kármica. Las herramientas para aquel posicionamiento también lo serían en términos kármicos. En un territorio pequeño e insular, la toma de decisiones para sortear los resultados de la guerra obligadamente irían transcurriendo en cómo definir la generación de energía, preponderantemente la eléctrica. El peso de tener que depender de la compra de petróleo, en el contexto mundial de aquellos tiempos, era apenas moderado respecto a lo que algunas décadas después representaría para la economía japonesa y su desarrollo industrial. De este modo, un punto de inflexión kármico se presentaría al pueblo japonés. Cuando el uso de centrales nucleares para la generación de electricidad estuvo globalmente mirado, y Estados Unidos, el dueño en aquella época del estándar nuclear, lo creyó adecuado, Japón comenzó a realizar una fuerte y progresiva apuesta a favor del más perverso de los modos de generar electricidad.

El uranio, tan valioso colaborador de la vida planetaria, no fue ni es comprendido en su verdadera y oculta tarea. Su servicio, como el de otros metalíferos radiactivos, consiste en poder almacenar en sus estructuras energéticas, electromagnéticas y etéricas, grandes voltajes de energía cósmica que ingresan a nuestro planeta. Dichos volúmenes de energía, de no ser absorbidos por los metalíferos radiactivos preparados arquetípicamente para ello, tornarían inviable la existencia en la Tierra. Una vez absorbidos, esos volúmenes quedan resguardados dentro del uranio y otros metales, pasando a ser transmutados y liberados según las necesidades de cada ciclo y etapa del sistema solar y el planeta.
Cuando la humanidad desviadamente juega con los átomos de uranio no comprende que manipula el núcleo de la vida misma. Aquello que ceremonialmente representa los límites que la creación ofrece. Al generar fusión y fisión nuclear de modo artificial, y sin coligación con la vida cósmica presente en toda partícula, el hombre libera lo que no estaba previsto para él; la manipulación y el contacto de una cualidad y condición de la energía que, para nuestro proceso evolutivo, está signada lógicamente, como restringida e ingobernable. Aniquilante.

De todos modos, y aún con las marcas imborrables de Hiroshima y Nagasaki, y altos índices de radiactividad comprobables después de casi siete décadas, nos encontramos con una nación japonesa que, contrariando hasta las bases más obvias y especulativas de la mente racional y el sentido común, posee en la actualidad más de cincuenta centrales nucleares. La consciencia japonesa, también kármicamente hablando, fue estimulada internamente para dar con opciones de generación de energía eléctrica menos contaminante. EE.UU., de idéntico modo, fue depositario de estimulación interna para aceptar el rumbo hacia una energía de mínimos costes ambientales. Así las posibilidades hacia el conocimiento y dominio de avanzados aspectos de la energía magnética para beneficio de la humanidad se tornaron inaccesibles. La Jerarquía no puede facilitar aquello para lo cual la humanidad mantiene refracción, y, para que su otorgamiento se torne efectivo, necesita de una genuina intención de aspiración interna y transformación.
En el caso de Japón, habiendo vivido la destrucción de su pueblo y territorio a consecuencia de la radiactividad, y así todo decidir por su uso, generó retornos kármicos como los que hoy leemos en los periódicos.

El dañino impacto del uso y manipulación de materiales radiactivos no comienza, ni mucho menos, en la etapa en que aquellos adoptan su estado y función como combustibles. Generamos potentes retornos kármicos al momento mismo de buscar sus yacimientos. Lo que comienza con la destrucción de la geomorfología de nuestro planeta. El rostro de la Tierra es llevado a un sardónico gesto de fracaso y desarmonía por las actividades megamineras que la extracción de referencia hace necesarias. Exploración, cateos y explotación, son etapas macabras y sumamente contaminantes, al igual que la posterior industrialización y enriquecimiento del uranio; tanto con finalidades pacíficas como bélicas. Miles de millones de litros de agua pura, potable y escasa, cada día son utilizados en todo el planeta, y mezclados con ácido sulfúrico, para lixiviar y separar las partículas del radioactivo metal. Aún peor es lo que ocurre con los desechos radiactivos que no decaen de su total actividad perniciosa hasta pasados cientos de miles de años.
La humanidad, y Japón sólo es una muestra de ello al igual que otra inmensa cantidad de naciones terrestres, está sosteniendo con escasas miras de reversión la posibilidad de retornos kármicos de una desmesura innecesaria.
Evidentemente todas y cada una de las actividades emprendidas y sostenidas por el conjunto humano, y en cada nación como subconjunto con sus propias características retributivas, la Ley del Karma Material nos retorna y ofrece las mejores y adecuadas condiciones para nuestro aprendizaje y elevación.
En tal sentido, Japón debiera ver en la fuerza e incisividad de los tsunamis, palabra creada por la cultura japonesa para definir el fenómeno, la clara y directa respuesta kármica  a sus elecciones.
Líder en la construcción y utilización de barcos factoría que, por casi todo el marco oceánico global, diezman la fauna marina. Responsables directos, junto con otro pequeño grupo de naciones, de la aniquilación de millones de ballenas y delfines; llevando la población de estas especies casi hasta la inexistencia.

Los tsunamis son el clamor del mar gritando al pueblo japonés su ofensa a los océanos, y la vida que en ellos florece. Vertiendo y fusionando la sangre nipona en el mismo medio líquido donde millones de seres marinos fueron, y son aniquilados diariamente, desde el acero destructor de sus flotantes factorías.


(a) - Ley de Karma: Lo que llamamos Ley del Karma Material es la ley que rige los efectos de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Por medio de ella, interactuamos con toda la vida planetaria. Cuando evolucionamos lo suficiente como para relacionarnos más directamente con la vida solar, trascendemos la ley del karma material y comenzamos a estar bajo la ley evolutiva superior. Al avanzar en la evolución, contactamos la vida cósmica y comenzamos a estar bajo la ley del equilibrio. 
Según la ley del karma material, todos los seres interactúan continuamente en el nivel mental, en el emocional y en el etérico-físico a través de los pensamientos, sentimientos y acciones; los efectos de esa interacción pueden ser negativos, positivos o neutros. 
Para que nuestra acción sea positiva, armoniosa, debería inspirarla un nivel superior, más allá del mental.
Un efecto no puede ser anulado, pero puede ser transformado. Cuando advertimos que hemos producido algo sin querer o algo negativo, podemos neutralizarlo generando lo opuesto. Por lo tanto, el karma no se borra, pero puede equilibrarse.
Todo karma equilibrado contribuye a la liberación del ser, para que él viva en forma más amplia y no sólo bajo esa ley material.
El destino básico de una encarnación se organiza antes de venir a este mundo de acuerdo con lo que tengamos que recibir, tanto lo negativo como lo positivo. Ese destino puede reorganizarse en el transcurso de la propia existencia, según el desarrollo de la personalidad.
La Ley del Karma Material puede representarse con un círculo. La Ley Evolutiva Superior, con una espiral ascendente. 
Si nos conectamos con la Fuente Única, nuestros actos ayudarán a transformar el karma del mundo, el karma de la humanidad, el karma de grupos y hasta el de los individuos.
Extractado de una charla realizada por Trigueirinho en octubre del 2002.